Una de las cosas fundamentales que los niños pequeños aprenden en preescolar es a jugar con otros. Lo harán durante toda su vida y nunca es demasiado temprano para aprender.
Al compartir espacio, juguetes, instrumentos y atención con otros niños, será inevitable el conflicto. Lo primero que muchos padres y maestros quieren hacer cuando comienzan a gritar, empujar o patear es apresurarse a romperlo.
Sin embargo, cada disputa es una oportunidad de aprendizaje. Los niños involucrados y observadores pueden usar esta experiencia para resolver futuros conflictos. Como padres, podemos darles las herramientas para que lo consigan.
No se nace sabiendo
A los adultos les gusta decir “usa palabras” cuando estalla la pelea, los gritos y el llanto. Es muy buen consejo, pero los niños de preescolar no vienen equipados con esas palabras, debemos enseñárselas.
Los niños en esta etapa están pasando por una gran transición. Hasta hace poco tiempo eran niños pequeños centrados en su propio universo. Quizás tengan hermanos mayores o menores, pero aún ocupan el nicho de ser pequeños de entre dos o tres años.
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De repente, llegan a encontrarse rodeados por una docena o más de niños de su misma edad y tamaño. Se espera que convivan, compartan recursos y hallen una identidad en este nuevo entorno. No te sorprendas de que no suceda el primer día.
¿Qué haces cuando alguien te lastima? ¿Qué pasa si quieres algo que alguien más tiene? ¿Qué ocurre si te quitan algo? ¿Cómo manejas todas el universo de emociones que sientes? Estas son las preguntas que los preescolares deben responder por sí mismos pero con ayuda nuestra.
Hay que darles las palabras
Comienza con identificar sentimientos. Busca libros ilustrados sobre el tema y léele a tus hijos sobre el diverso rango de emociones humanas. Haz que te muestren una cara enojada y una cara triste. Permíteles describir lo que sucede dentro de ellos.
Luego reconoce que todos tenemos sentimientos. A veces es natural mostrarse celoso, feliz, decepcionado o nervioso. Usa ejemplos de tu propia vida y díles cómo has reaccionado ante tus emociones. Compárteles la forma correcta e incorrecta de responder.
Puedes seguir este ejemplo: “Estaba enojado porque iba tarde y otro conductor me interrumpió. Quería tocar el claxon y tirar algo por la ventana. Pero respiré hondo y me di cuenta de que estaba tenso porque tenía prisa. Enojarme no me llevaría más rápido a la escuela. Puse una canción alegre en la radio y me acordé de tu rostro sonriente”.
Todos deben practicar
Necesitamos anticipar posibles conflictos en el aula y en el hogar. Los niños pueden no respetar el espacio del otro mientras comparten una habitación, o alguien querrá hacerse camino empujando al frente de una fila. Los niños pueden chocar entre sí por accidente. Dos niños querrán el mismo juguete. Antes de que ocurran estas situaciones, tu hijo puede practicar reaccionar de modo correcto.
Si surge un conflicto entre tus hijos, o con un amiguito suyo, porque ambos buscan el mismo plumón de color u otro objeto similar, ¿pregúntate qué emociones pueden aflorar? Un niño podría estar celoso porque el otro puede hacer estrellas moradas. Uno puede enojarse porque el otro le arrebató un plumón. Uno puede sentirse frustrado porque cree que nunca consigue lo que quiere.
Ahora pregúntales cómo lidiar con esta situación. Deben hablar y darse cuenta de que cada uno quiere lo mismo.
Pueden decidir turnarse, aventar una moneda o jugar piedra, papel y tijeras para decidir quién va primero. Una pelea potencial se habrá convertido en juego. Pueden también buscar si en otro lugar hay un marcador morado o preguntar por él. Esto puede apreciarse como una oportunidad para llevar la actividad en una dirección diferente. Sin plumón morado, tal vez se vería mejor en azul o verde.
Prueba lo anterior con cualquier situación en el entorno que pueda ser motivo de conflicto o háblalo con tu hijo. Inténtalo en circunstancias que ya hayas tenido que enfrentar.
Ten un plan para resolver conflictos
No importa qué tan bien los prepares, es posible que ocurrirán conflictos con tus hijos. Piensa en un método de reacción justo y consistente cuando tu hijo acuda contigo llorando o manoteando.
- Mantén la calma. Ponte a la altura de los ojos con los niños. Habla despacio y tranquilo.
- Demuestra que entiendes. Diles lo que observas: “veo que estás enojado” o “te ves molesto”.
- Investiga qué ocasionó el conflicto y escucha atentamente sus respuestas. Escucha a ambos lados.
- Repíteles lo que sabes. Vuelve a contar claramente lo que hayas entendido sobre la situación. Los niños se enojan cuando sienten que nadie los entiende.
- Pídeles su opinión. ¿Cómo creen que deben resolver el problema? Hazlos parte de la solución.
- Elogia y refuerza. Agradéceles por poder identificar sus sentimientos. Hazles saber que estás orgulloso de ellos por resolver el conflicto.
- Observa desde la distancia. Vigila a los niños para ver si se han tranquilizado. Mantente atento a cualquier diferencia y elógialos nuevamente cuando jueguen en paz.
Todos seguimos jugando
Cada familia, oficina, escuela, fiesta y grupo social es sólo un gran patio de recreo. Necesitamos aprender las reglas y jugar limpio. Debemos compartir, no intimidarnos y además comunicar nuestras emociones con claridad. Desde nuestro primer día hasta el último, los jugadores y el campo podrán cambiar, pero el juego permanece siendo el mismo.
Al comprender que los niños en edad preescolar no nacen sabiendo cómo jugar este juego, al anticipar conflictos potenciales, al ensayar resoluciones y felicitarlos por cada pequeño éxito, podemos guiar a estos pequeñuelos para que lleguen a ser adultos brillantes que trabajan bien juntos.
La etapa de preescolar es un periodo de grandes cambios para los niños y, sin duda, es un momento de transición, por lo que deben aprender a convivir con otros pequeños y además aprender nuevas habilidades que le serán útiles durante el resto de sus vidas. Si te interesa leer artículos que aborden problemas y consejos relacionados, entra a nuestro blog en el siguiente link:
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